domingo, 5 de junio de 2011

De despedidas y reencuentros

Esta semana me tocó despedir a Patricia y Alex, dos grandes amigos colombianos que hice en Vancouver.  Por razones personales, decidieron volver a Bogotá después de 4 años de vivir en Canadá (tres y medio en Montreal y los últimos 6 meses en nuestra ciudad).

Tuve el gusto de conocerlos en noviembre, cuando llegó mi oportunidad de dar, así como fui yo quien recibí hace un año. Apoyo, atención, consejos o simplemente estar ahí cuando es necesario.  Es una historia que todos los migrantes conocemos.  Una solidaridad que quienes hemos abandonado nuestra patria, nuestra familia y círculo de amigos entendemos y brindamos con mucho gusto, pues sabemos que ese cambio no es fácil y lo es menos al principio.

Congeniamos muy bien desde el inicio.  Creo que ayudó que tuviésemos puntos de vista y edades similares e intereses comunes.  Y algo ideal: que tuvieran un gran espíritu de aventura.  La vida los puso en mi camino justo cuando los necesitaba.

Y así fue que me invitaron a su casa a almorzar para mi cumpleaños, que compartimos una refacción el año nuevo o que jugamos tenis unas cuantas veces en el Stanley Park (una de ellas a 2 grados centígrados).  También compartimos una velada clandestina de vino y queso contemplando un hermoso atardecer en English Bay (clandestina considerando que en Canadá está prohibido consumir alcohol en la vía pública, así que bebimos el vino en pocillo). 

Fui su guía para nuestra excursión de caminata en la nieve -pues tenía "mas experiencia"- (había ido una semana antes) y en aquella ocasión hasta les enseñé a deslizarse en la nieve montaña abajo sentados en una bolsa plástica.  Prestando una expresión colombiana, se hicieron muy "queridos".

 Aprendiendo a gozar de la nieve de marzo entre amigos...

Siempre me hicieron sentir como en casa, luego de los partidos de tenis (que siempre ganó Alex) me regadereaba en su casa y me invitaban a almorzar con ellos.  Les hice ver que la invitación era siempre bienvenida pues aparte de lo bueno de la compañía y sobremesa, la alternativa era comida congelada.

Junto a ellos conocí la Isla de Vancouver, hicimos kayaking en Bowen Island y disfrutamos de un picnic en Deep Cove.  Aunque la verdad es que picnics hacíamos en casi todas partes, por economía y por cierta alergia alimenticia.  En son de broma les decía que si alguien me preguntara cuál es la comida tradicional colombiana le respondería "panes con atún" y la réplica era que la comida típica guatemalteca habría de ser entonces sandwich de jamón y queso y papalinas...

En el último par de meses, intensificamos los fines de semana de aventura pues, sabiendo que volvían a su país, querían aprovechar el tiempo.  O como yo les decía, querían comerse Vancouver de un solo bocado.  Y yo encantado, por supuesto.  Fue una oportunidad perfecta para salir de la ciudad -por muy linda que sea Vancouver, siempre he tenido esa necesidad de dejar el concreto atrás- y extender mis pasos hasta Victoria, Seattle, Squamish y Whistler.

El martes compartimos la cena por última vez y aunque era una ocasión triste, quedó la promesa del reencuentro.  Claro que les extrañaré, pues con ellos me sentí de nuevo como con mis hermanos y primos donde salíamos a hacer alguna aventura, o como nos gusta llamarles, algún reto.  El reto era la excusa para reafirmar nuestra pertenencia y a la vez, conocer nuevos lugares, compartir nuevas experiencias y crear nuevos recuerdos.  Mi reto ahora será hacer nuevas amistades y abrirme a otras personas para continuar construyendo mi vida en esta ciudad.

Hoy por fin tuve un fin de semana en casa.  Aparte de que era necesario pues mi apartamento estaba patas arriba -una fuga de agua desencadenó una revolución de tres semanas que incluyó cambio de piso, alfombra y gabinetes- y no me había dado tiempo de reacomodar las cosas y desempolvar.  Y mientras reflexionaba sobre su partida y nuestra amistad en estos días, concreté un plan que hace tiempo venía acariciando.

Como muchas cosas en la vida, el camino se fue abriendo conforme iba dando cada paso.  Las millas que tenía disponibles, el resto en descuento y las fechas autorizadas en la empresa.  Asi es que regreso de visita a Guatemala a finales de octubre! 

El anhelado reencuentro con mis seres queridos. Algo que siempre estuvo presente en mi mente.  Al venir, no tenía la menor idea de cuando volvería.  E irónicamente es lo que más se añora en esa etapa.  
Mi familia, mis amigos, mi casa.

Estaremos juntos de nuevo, tantas ganas de platicar con cada uno, de actualizar lo que ha sido de nuestras vidas últimamente.  Seguro habrá un par de excursiones en la lista (Volcanes de Pacaya y Acatenango, aquí les voy!), igual que los desayunos en Tecpán y Antigua y algún almuerzo en Pana.  Llegaré a tiempo para el fiambre y ya quiero desayunar frijoles y plátanos fritos...   pero ante todo, me sentiré en casa de nuevo.  Hay tanto que quiero hacer y tanto que compartir.

Mientras llega octubre, ya pronto viene otro amigo colombiano, "importado" desde Montreal gracias a la influencia de Patricia.  Como le gusta decir, ella es la embajadora de British Columbia y su fiel promotora.  Así que habrá que darle la bienvenida y servir de guía, con mucho gusto.  Y todavía hay más: otra pareja de amigos, esta vez guatemaltecos, se aprestan a iniciar su propia aventura en septiembre.  Así que ya habrá nuevas oportunidades de ayudar y estrechar lazos.

Me queda la satisfacción que mis amigos aprendieron un poco de lenguaje guatemalteco (ahora saben por ejemplo lo que es un "chucho") y yo aprendí un poco de colombiano.  Y como se que me esperan más aeropuertos (de las pocas certezas para un Pata de Chucho), ahora que siento a Colombia mucho más cerca de mí he incluído a El Dorado, el de Bogotá, entre mis futuros destinos.  Con anfitriones tan queridos no me cabe duda que me gustará mucho.  Así que otra vez muchas gracias por todo, Patricia y Alex.  Y a los amigos por llegar, bienvenidos!

We all end in the ocean
we all start in the streams
We are all carried along
by the river of dreams
in the middle of the night.
River of Dreams, Billy Joel