jueves, 25 de noviembre de 2010

Huellas en la nieve

El día comenzó bastante normal.  Salí de la cama a las seis, leí las noticias -online- media hora mientras desayunaba, luego a la ducha, la rasurada y "cociné" mi almuerzo -lo que significa descongelarlo y ponerlo en el recipiente plástico-.

Durante el desayuno, se hace imperativo darle un vistazo al canal del clima para conocer las condiciones actuales (la última semana hemos fluctuado entre 3c y -10c) y conocer también la temperatura para las próximas doce horas -considerando también el regreso del trabajo-.  En este país hay que ser cuidadosos con esos detalles.

Desde ayer por la tarde, comencé a oír comentarios de la nevada que recibiríamos en la madrugada y durante el día de hoy.  Y otra vez me preocupé de no estar adecuadamente preparado para hacerle frente.  Pensé que bastaría con la compra de mi abrigo impermeable 3-en-1 con aislamiento térmico.  Pero resulta que: ¡No tenía botas de nieve!  Ni siquiera estaba seguro de lo que necesitaba comprar, así que a preguntar, escuchar opiniones, preguntar por posibles destinos de compra, descartar opiniones.

Después del trabajo y luego de recorrer la Canada Line del tren de extremo a extremo y visitar dos centros comerciales, por C$150.00 conseguí un par de botas de cuero impermeable, punta de hule, suela antideslizante y aislamiento.  Y unos diseños un tanto femeninos en la plantilla...  Sí, tuve que buscar entre las líneas de calzado de dama la menos femenina que encontrara.  El eterno problema de tener el pie pequeño, ni modo.  Por lo menos no son rosadas o con florecitas...

Decía que la rutina es casi la misma, pero las diferencias comienzan al salir de casa.  Hoy al salir a las 7:15 aún nevaba, así que además del ya acostumbrado ritual de ponerme el suéter, el abrigo encima, la gorra, los guantes y de amarrarme la bufanda al cuello...  hoy tocaba caminar en la nieve y probar las botas! 

Habrían caído ya unos 10 cm y conforme fui caminando hacia la estación del tren iba sintiéndome como en otra realidad.  Caminar mientras neva me ha regalado un sentimiento inesperado de tranquilidad y paz.  Todo estaba tan callado y blanco...  no sé si la nieve amortiguará el ruido pero es una sensación relajante.  Un regocijo interno me invadió mientras sonreía apreciando la experiencia.

Las botas hicieron su trabajo perfectamente, manteniéndome seco a temperaturas en las que era imperativo mantener el calor corporal.  Llegué a la estación del Skytrain unos 5 minutos antes de lo que generalmente lo hago -ya nos habían advertido que en clima extremo es mejor ser precavido- y justamente noté que había mas personas de lo normal esperando el tren.  Oh-oh...  Durante el invierno, la nieve afecta el funcionamiento del tren y hay empleados en cada estación monitoreándolo.  Aún así, éste demoraría unos seis minutos en llegar (el doble de lo normal).

Luego de los quince minutos de tren llegué a la 22nd Street, a 6 estaciones de distancia.  Es ahí donde abordo el bus 410 que me lleva a la oficina, atravesando antes el puente de Queensborough y pasando por un área de granjas que me recuerda los amplios sembradíos de la autopista en la costa sur de Guatemala, por lo extenso y plano del terreno.  Es en dicha estación que disfruto también de una vista muy bonita a uno de los brazos del río Fraser, propicia para apreciar esa área del Metro-Vancouver.  Y para reflexionar sobre mi reciente rutina diaria.

Resultó que al llegar a la estación, ni señas del bus.  Cuando menos aquí hacemos la fila -y lo más importante, la respetamos-, así que es cuestión de paciencia nada mas.  Cinco minutos...  La nevada comenzó a arreciar, se multiplicaban los copos que caían suspendidos sobre nuestras espaldas, paraguas, capuchas y pelo.  Diez minutos...  Tres buses de la línea 100 llegaron y se fueron y del condenado bus ni señas...  Ya me había comenzado a preocupar, pues es apenas mi tercera semana de trabajo y no quería llegar tarde. 

Finalmente, el bus llegó alrededor de quince minutos después del horario normal.  Todos a abordarlo y ya un tanto mas aliviado comenzamos el trayecto.  Mis esperanzas de llegar a tiempo se iban desvaneciendo conforme me iba dando cuenta de lo precavido -y lento- que hay que manejar bajo una tormenta (ligera) de nieve.  Por lo menos el bus tiene calefacción, así que se va cómodamente sentado leyendo el diario ese que te regalan en la estación, o escuchando el iPod, leyendo un libro o simplemente dormitando.

Llegué cinco minutos tarde, pero luego de la caminata -hundiendo cada vez más los pies en la nieve-, al llegar a la oficina y entrar a la sala de entrenamiento noté con satisfacción que el instructor todavía no había llegado.  De hecho, esperamos media hora más mientras compartíamos con los compañeros -especialmente los llegados a la ciudad en los últimos meses- nuestras respectivas anécdotas en la tormenta.  Desde los atrasos del transporte hasta las luchas de algunos por desatascar los carros del hielo o de sus patinazos en la carretera.  Hmmm, a lo mejor no esté tan ansioso de tener carro...

Luego de movernos hacia otra área del edificio, desde el escritorio donde me ubicaron contemplaba la tormenta que no paró en toda la mañana.  Así sería hasta alrededor del medio día, cuando decidieron que sería mejor para nuestra seguridad salir temprano de la oficina; por lo que salimos a las dos de la tarde.

En el camino de regreso volví a contemplar los árboles y la ruta toda cubierta de nieve.  Hasta que comencé a dormitar, efecto talvez del calorcito en el bus y la digestión.  Luego del transbordo al tren, iba apreciando maravillado -otra vez- la vista tan diferente de esta ciudad cubierta de nieve.  Los árboles en los parques, los techos, una persona paseando con su perro, el cementerio judío con sus lápidas cubiertas, el letrero de "Islam? Read Quram" en aquel techo que ahora no se ve por la cubierta nívea.

Caminé las cuatro cuadras que separan la estación de mi casa agradeciendo la persistencia de la borrasca.  Todo en silencio, ni siquiera un ligero viento.  El amable crujido de la nieve bajo mis pies, la sensación amortiguada al caminar, los copos descendiendo sutilmente, el vaho de mi respiración.  Y el silencio.

Y yo que me sentía intimidado por el frío, ahora estoy comenzando a disfrutarlo: un trueque entre la preocupación por estar bien abrigado por una sonrisa traviesa y juguetona.  Hasta me animé a hacer mi primera bola de nieve.  Me agaché, cogí un poco de nieve entre mis guantes, le di forma y consistencia -algo bastante fácil-.  La jugué y compacté por una cuadra, pero al final decidí tirarla al suelo.  No tenía a quién tirársela.  Ah, eso me hace falta...

Caminando bajo la nieve, sentí como si hubiese prestado la vida de alguien más, un cut-and-paste hacia otra realidad.  Como si fuera la secuencia de alguna película, no me creía que estuviera viviendo esto.  Caminando por calles que ahora son mi hogar, el vecindario que creía conocer ahora tan cambiado, tan blanco.  A esta hora se habían borrado ya las separaciones entre la acera y la calle, se habían borrado esas fronteras un poco como les pasó a las fronteras entre mi realidad y mis sueños... 

Mientras iba imprimiendo mis suelas en la nieve recién caída, sentía como que estaba volando.  O mas bien, como que caminaba entre nubes.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Pequeñas cosechas

Si alguien me hubiera dicho que antes de seis meses en Canadá, me estarían entrevistando para la radio, no le hubiera creído.  Claro, me gusta compartir mis proyectos, mis ideas, mis ilusiones.  Comentarlo con mis amigos y conocidos.  Qué otra prueba que este espacio. 

A lo mejor el oírme hablar de algún proyecto me va armando de seguridad para trabajar en ello; aparte que también puedo captar comentarios o ideas útiles.  O puede que simplemente me vaya sintiendo comprometido conforme mas personas se enteran.  Personalmente, prefiero pensar que es así como comienza a elevarse el nivel de esa energía positiva, energía mutua que me impulsa hacia adelante. 

- Conozco a alguien que tiene una columna en la radio, relacionada con la experiencia de nuevos imigrantes.  ¿Estás dispuesto a entrevistarte con él?
- Seguro, por qué no.-  Acababa de comentarle a Alzira, coordinadora de uno de los programas en que participo, que había conseguido el empleo por el que había aplicado el viernes anterior.

Al principio no estaba seguro de a qué me estaba metiendo, pero aún así ¿Por qué no?  Sobre todo que estaba exultante al haber alcanzado una meta que, sabía desde hace tiempo, no iba a ser tan fácil.  Pensé que lo principal entonces era tener la oportunidad de compartir, que otras personas en mi situación conozcan los recursos que hay aquí a nuestra disposición.  Que no pierdan la motivación en el proceso -se dice fácil, claro-.  En fin, si de algo le servía a alguien, ahí estaba mi historia.

Pero también me interesaba como una experiencia nueva.  Ser entrevistado en la radio.  Guau!  No todos los días se nos da la oportunidad y por supuesto, no iba a dejarla escapar.

Recibí la llamada la tarde en que me reuní con mi nueva amiga colombiana, a la que conocí en la entrevista de trabajo.  Ella llegó a la ciudad hace solo un par de semanas y por supuesto que le ofrecí ayuda, con mucho gusto.  Así como Carol y Andy lo hicieron conmigo.  La ley del karma, transmitir bondad, sentir que se está haciendo una pequeña diferencia en la vida de alguien.

Decía que me contactó Andrew, de la CBC local, la Canadian Broadcast Corporation.  Hmmm...  Francamente no le escuché muy bien, pero quedamos en coordinarnos mas tarde.  Al volver a casa, había recibido ya su mensaje.  Quedamos para el día siguiente.

Nos reunimos en una sala de Mosaic, una de las agencias de apoyo al imigrante.  Andrew es también un imigrante que vino de China hace unos 20 años, roza ahora los 60.  Tiene un segmento en la radio (Xin Yimin, Nuevo migrante) en el que comparte con la audiencia distintas historias de personas que han migrado a Canadá.  Lo primero que noté luego de saludarle fue la grabadora y el micrófono en sus manos.

Así que primero tuvimos una plática para explicarme el objetivo del programa, de la entrevista, y de conocer un poco de mi historia.  Resulta que tengo una "historia exitosa" que vale la pena contar, así que aparte de la oportunidad de compartir, definitivamente me resultó halagador.

Sobre todo, considerando los días que pasé durante la búsqueda de empleo.  Buscar empleo es difícil en cualquier parte.  Y lo es más aún, en otro país que apenas conoces.  Hay que abrirse camino con paciencia, tratando de conocer cada día mas las condiciones en las que se vive, dándose a conocer con cuanta gente se pueda, pues nadie lo conoce a uno.  Y la experiencia profesional muchas veces ni la toman en cuenta.

Complicado, angustiante, intimidante.  Zozobra, desasosiego, ansiedad.  Miedo.  Nadie quiere coleccionar palabras como esas.  Mejor ni oírlas...  Y sin embargo, muchas -o todas- describen algunos de mis días en los meses pasados.  Impotencia.  Confieso que ha sido un reto bastante duro.  Y que sentí miedo, mucho miedo.

Creo que esas son las sombras de la migración.  A pesar de que uno se trata de preparar, de manejar escenarios no tan positivos, escucha testimonios, etc.; uno la verdad espera que no vaya a ser ése su caso.  Y es que después de pasar por tanto requisito en la Embajada, que la licenciatura, que los años de experiencia, los idiomas, los fondos para emigrar, etc., la expectativa es otra.

Entonces, estoy consciente de lo difícil que resulta conseguir empleo aquí, sin la "experiencia canadiense", y así, estaba realmente agradecido con la oportunidad de poder ayudar.  Fue a su vez, una ocasión para reconocerme mi esfuerzo, premiarme un poco.

Así que al iniciar la entrevista, pude sentir las gotas de sudor que se comenzaron a acumular en mi frente por los nervios traicioneros.  Yo trataba de responder en el mejor inglés que pudiera (creo que me salió una extraña mezcla de acento canadiense-guatemalteco).  Conforme avanzamos sin embargo, me fui sintiendo cada vez mas tranquilo.  Recordé que el propósito era compartir y ayudar a otras personas en mi situación y eso me hizo sentir bien.

¿Cómo es el asunto?  Andrew me hacía preguntas, yo las respondía lo mejor que pudiera.  Luego paraba la grabadora, hablábamos un poco mas para encontrar nuevas ideas o para discutir del nuevo tema que trataríamos, y de vuelta a la entrevista.  Había preguntas que me pedía repitiera en la respuesta (-Ah, así van a editar las respuestas después- pensé).  Al final, todo el proceso demoró unos cuarenta minutos.

La entrevista se transmitió el miércoles pasado en la Early Edition de CBC Radio.  El segmento incluye la entrevista telefónica que Andrew le hizo a Tom, mi mentor en el programa de Workplace Connections, para hablar de nuestras tareas juntos y su incidencia en mi historia.  Me hubiera gustado escuchar a Sonia, mi host -amiga ahora- en el otro programa, el de Culture Connections. 

Y al final de cuentas, esos cuarenta minutos se redujeron a tres o cuatro respuestas.  Lo demás fue un diálogo entre el presentador y Andrew.  Así que ni los clásicos quince minutos de fama tuve.  Ni modo, así es el negocio en los medios.  Pero igual creo que ahí está lo que yo quería compartir.

Luego de ese viernes, el miércoles siguiente tuve la oportunidad para presentarle al diverso público de Culture Connections las particularidades de nuestra celebración del Día de los Santos, incluyendo los barriletes de Sumpango y Santiago, los jinetes borrachos de Todos Santos y hasta un buen fiambre, preparado por el amigo Tono.  Así que fue una semana de cosechar pequeños pero importantes triunfos.  Y sobre todo, de seguir compartiendo.  Los invito a escuchar la entrevista y sacar sus conclusiones:  CBC Radio - Early Edition (Xin Yimin)

lunes, 8 de noviembre de 2010

Recomenzando

El viernes fue mi último día de descanso.  Después de casi siete meses desde que dejé mi último trabajo en la "conchita", después de la despedida de mi familia, amigos y de mi país; del período de turista en Vancouver, el proceso de asimilación, de adaptación a tantas cosas nuevas y finalmente de iniciar la búsqueda formal de trabajo; llegó la hora de iniciar un nuevo ciclo...

Hoy vuelvo a la vida productiva, a la vida de empleado.  Otra vez, una compañía multinacional.  Otra vez, oportunidades de contactos interculturales -aunque siendo realistas eso se da en esta ciudad todos los días-.  Pero ante todo comenzar a ganar la famosa "experiencia Canadiense", la pared con que uno se topa al venir aquí.  Y de tener un ingreso.  Es angustiante ver mes a mes, semana a semana cómo tus ahorros se van consumiendo, irremediablemente, como los granos de arena de un reloj implacable.

Así que estoy obviamente emocionado.  Otra vez la rutina, el traslado al lugar de trabajo -serán 15 minutos en tren y otros 30 en bus-, la inducción, caras nuevas por todos lados, la jerarquía, los retos, las oportunidades.  Es importante poder poner "el pie en la puerta", como aquí se dice, para darse a conocer, mostrar las capacidades propias y estar atento a las puertas que puedan abrirse.

Y hacerlo en un ambiente distinto, en otro idioma, conocer otra cultura organizacional, las pequeñas diferencias para manejar esos famosos "soft skills", etc.  Me siento como imagino, estaría aquel niño de siete años, recién bañado, bien peinadito, con su camisa cuadriculada azul y blanco de la Chavarría, la escuelita del barrio, con su lonchera metálica de Los Muppets y con mucha emoción de conocer un mundo nuevo.  Esa sensación inigualable de novedad.

¿Qué he aprendido en el camino?  Mucho.  Ha sido un ejercicio de aprendizaje constante.  Principalmente, que había que salir del apartamento, participar en la sociedad, integrarse.  Es difícil.  Claro, uno se siente seguro y cómodo en su casa, viendo tele, en el internet, leyendo.  En su zona de comfort.  Así que había que esforzarse en dar ese primer paso.  ¿De qué otra forma iba a conocer el lugar, las condiciones locales, el mercado laboral, la gente?  Fue así como comenzó a moverse la rueda de mi vida canadiense.

Y así, buscando oportunidades, terminé participando en un programa de manejo de transiciones (3 semanas), uno de integración cultural para newcomers (3 meses, una vez por semana), el programa de búsqueda de empleo (2 semanas), el de mentorship (otra vez, 3 meses una vez por semana), aseguré ciertos fondos para certificaciones, asistí a 3 o 4 ferias de empleo (no fueron de mucho beneficio), y ya estaba registrado para participar en una empresa de "prácticas".  Aparte, era un visitante constante en la Biblioteca Pública, leyendo libros relacionados con el tema, consiguiendo direcciones y referencias de empresas locales, etc.

Otro aspecto valioso, aparte claro de lo aprendido, ha sido conocer a tanta gente.  A través de esas actividades he conocido tanta gente de orígenes tan disímiles.  Chapines, Mexicanos, Colombianos, Argentinos, Brasileños, Japoneses, Chinos, Coreanos, Filipinos, Indios, Franceses, Rumanos, Rusos, Marroquies, Persas.  Gente de todos los colores.  Un fascinante viaje cultural sin dejar la ciudad.  Y compartir con todos ellos lo que voy aprendiendo.  Poder sentirse útil ayudando a otros con lo que tenía, el conocimiento.

Ahora que veo atrás, me doy cuenta que ha sido todo un proceso, en donde he aprendido mucho acerca de la ciudad, del mercado laboral, del mundo y sobretodo, acerca de mí mismo.  Así que a caminar de nuevo, a recomenzar la vida.  Y soy consciente de que apenas es el principio.  Eso es lo mejor...