domingo, 28 de agosto de 2011

Domando a Tohil

Cielo de azul infinito, el agua a una temperatura ideal, viento amable de verano.  Luego de una media hora de instrucción, cargar la tabla y después la vela hasta la playa, meterme por primera vez en un ajustado wetsuit de esos que sólo había visto en la tele o las películas, comenzó mi nueva aventura.  No pude escoger una mejor tarde para tomar ¡Mi primera lección de windsurfing!

La oportunidad llegó por medio de una oferta de Groupon.com.  Tres horas de instrucción a mitad de precio ($40).  Irresistible ocasión para echar una nueva experiencia a la mochila.  Lo compré varias semanas atrás así que después de evaluar el pronóstico del clima para escoger una buena fecha -las últimas dos semanas por fin tuvimos días de verano (23-25 grados y soleados)- y comprar un par de watershoes baratos en el Walmart estaba listo para el reto.

Google Maps me guió sin problemas -convenientemente ahora en mi teléfono- desde el restaurante de sushi en el downtown donde almorcé con mis amigos hasta el Jericho Sailing Centre.  Luego del transbordo en el centro, la ruta 4 me dejó en la entrada de la playa.  Una agradable caminata al lado de un bosque -menos mal que elegí vestirme de playera blanca, shorts y flip-flops-.  Linda playa la de Jericho, situada al suroeste de la ciudad (y una excelente vista del downtown).

Después de deambular un poco perdido por la playa encontré las oficinas de Windsure, me registré y pagué el impuesto (12%).  Me dirigieron hacia la caseta:

En camino a la caseta de Windsure

- Hola, tengo reservación para el curso de las 4 pm
- Hola, soy Michelle.  Comenzamos en pocos minutos aquí en frente, puedes cambiarte la ropa en las casetas a la vuelta de la esquina
- Bueno, muchas gracias

Dudando si usar la calzoneta de natación -de esas de licra ajustada- o una mas larga, me decido por la última.  Meto los shorts, mi teléfono y la billetera en la mochila.  Al volver, los participantes en el curso están reunidos en la playa.  Titubeo, veo que ya todos se han quitado la playera así que hago lo mismo, guardo la mochila en sus "lockers" -mas bien armarios de madera- y me doy cuenta que será difícil tomar fotos una vez comencemos, por lo que dejo la cámara también.

Mi grupo de primerizos incluye un par de muchachos rubios, una pareja de indios, otra de chinos, otra chinita y una bonita chica rubia.  Ah, y un chapín entusiasta.  Como siempre, un grupo bastante diverso. 

Michelle se sienta en una piedra y con un marcador y una hoja comienza la instrucción teórica:

- Alguien puede decirme desde dónde está soplando el viento?
- Por allá!  Digo mientras apunto hacia mi izquierda.  No se si quería coordenadas este-oeste o algo así...
- Correcto, busquen las banderas en la playa pues son los mejores indicadores.  Ahora, si pensamos en un reloj -mientras dibuja el círculo en el papel- y el viento sopla a las 12, ¿Cuál es la dirección contraria?
- Las 6, respondemos todos.

Luego de las 6, marca las 9 y las 3 en su dibujo.
- Al hacer windsurf, la única sección en el reloj imaginario en las que se puede aprovechar el viento son entre las 9 y las 10 y entre las 2 y las 3.  O sea, en dirección perpendicular al viento.
- Ajá...  so far, so good

Entonces, si salimos por ejemplo de esa área y nos encontramos en la sección de las 3 a las 9, cómo volvemos?
- Ni idea, no se si entendí bien la pregunta.  Ninguno de los primerizos atinamos a responder
- En zigzag, responde alguien fuera del grupo
- Así es.

Luego comienza a hablar de la vela, de upwind, downwind, y conforme avanza, comienzo a tener la sensación de que ya me perdí... 

Michelle se sube al "simulador" (una tabla y vela sujetos a una base en la arena), en la que nos muestra cuál es el frente y cuál la parte de atrás de la tabla, cómo subirse a la tabla -las manos primero, luego las rodillas donde estuvieron las manos, finalmente los pies-, la forma de pararse en la tabla -los pies a los lados del mástil y manteniendo la espalda derecha-.  

Ahora cómo levantar la vela del agua -jalar una cuerda atada al mástil-, cómo tomar el mástil y la forma de sujetar el boom -el "agarrador" de la vela-, cómo iniciar el movimiento, cómo inclinar la vela para cambiar la dirección, y un largo etcétera.  En este punto me estoy preocupado pues creo que ya se me olvidó la mitad de lo que dijo y no se si comprendí bien la otra mitad.

Al terminar la instrucción, Michelle pregunta:
- Ok, entonces ¿Quién va a ser el primero en subirse al simulador?
No hay muchos valientes
- Vamos chicos, todos tendrán que subir de todas maneras

El primer cuate a la izquierda de nuestro semicírculo se ofrece como voluntario, se sube a la tabla y Michelle le va ayudando a hacer cada movimiento.  Uno a uno vamos subiendo y cuando me toca mi turno, me siento un tanto nervioso.  Ya subido en el simulador, los primeros movimientos, aunque torpes, los hago bien pero cuando trato de levantar la vela jalando la cuerda, siento por primera vez la fuerza del viento que empuja separándome de ella.  Una vez estabilizada la tabla, hago los movimientos upwind y downwind, la maniobra para dar la vuelta a la vela subido sobre la tabla -algo difícil en tierra, no quiero imaginármelo en el agua- y aliviado termino mi simulación.

La academia...

Cuando todos hemos pasado, nos toca llevar las tablas desde atrás de la caseta hacia la playa.  Son un tanto pesadas -50 libras talvez?- y largas: 2.5 metros, por lo que nos toca cargarlas entre dos personas.  Volvemos por las velas (mucho más livianas, llevándolas sobre la cabeza con una mano en el mástil y la otra en el boom), cuidando de no dejar entrar arena en el hoyo que encaja con el piñón en la tabla, lo que mantiene unidas ambas partes. 

Por último, los wetsuits y chalecos.  Volvemos a la caseta y otro instructor nos asigna nuestros trajes.  Están volteados -la parte externa del traje está hacia adentro, me pregunto por qué-.  Le doy la vuelta -el ziper queda en la parte de atrás del cuerpo- y meto el pie izquierdo primero, cuidando de no llenarlo de arena.  Wow, de verdad es ajustado.  Meto el pie derecho ahora y con dificultad comienzo a subir las piernas del traje ajustándolas a las mías.  En la parte de las rodillas tienen un material distinto (imagino que para mejor flexibilidad). 

Es en este momento que recuerdo el consejo de la chica francesa que conocí ayer en una fiesta: "Usa la calzoneta de licra para que sea más fácil entrar en el traje".  Ni modo, tuve que hacer los ajustes del caso para que la calzoneta no se abultara en lugares incómodos...   Continúo subiendo el wetsuit hasta meter la mano derecha, luego la izquierda.  Hay una correa de unos 20 cms atada al zíper para facilitar el cierre así que extiendo el brazo hacia la nuca, agarro la correa y la jalo hasta donde topa.  Ya está! 

Comienzo a sentirme como los surfers que cabalgan con libertad total sobre las olas en películas como Point Break.  La adrenalina y alegría de hacer algo totalmente nuevo me va inundando...

Escojo ahora uno de los chalecos salvavidas -uno que combine con el azul de mi wetsuit- y es cuando aprovecho para pedirle a uno de los colegas novicios que me tome un par de fotos.  No se si vaya a tener otra oportunidad hoy de verme tan preparado para el mar.

Caminamos todos hacia la playa y mientras llega la instructora, entusiasmados, aprovechamos para experimentar por primera vez el entrar al mar en un traje de neopreno.  El agua está un tanto fría pero nos importa poco.  Nos vemos unos a otros sonriendo, entre nerviosos y emocionados.

Michelle llega subida en un kayak y nos da las últimas indicaciones.  La vela al lado derecho de la tabla, arrastramos la tabla vela hacia el mar.  Con el agua a la cintura, cambiamos de posición la centerboard (aleta que sirve para la estabilidad y dirección).  Bueno, llegó la hora!  Poniendo mis manos sobre la tabla, me impulso para subir las rodillas y ahora asiento los pies.  Estoy parado en la tabla!

Continúa...

domingo, 5 de junio de 2011

De despedidas y reencuentros

Esta semana me tocó despedir a Patricia y Alex, dos grandes amigos colombianos que hice en Vancouver.  Por razones personales, decidieron volver a Bogotá después de 4 años de vivir en Canadá (tres y medio en Montreal y los últimos 6 meses en nuestra ciudad).

Tuve el gusto de conocerlos en noviembre, cuando llegó mi oportunidad de dar, así como fui yo quien recibí hace un año. Apoyo, atención, consejos o simplemente estar ahí cuando es necesario.  Es una historia que todos los migrantes conocemos.  Una solidaridad que quienes hemos abandonado nuestra patria, nuestra familia y círculo de amigos entendemos y brindamos con mucho gusto, pues sabemos que ese cambio no es fácil y lo es menos al principio.

Congeniamos muy bien desde el inicio.  Creo que ayudó que tuviésemos puntos de vista y edades similares e intereses comunes.  Y algo ideal: que tuvieran un gran espíritu de aventura.  La vida los puso en mi camino justo cuando los necesitaba.

Y así fue que me invitaron a su casa a almorzar para mi cumpleaños, que compartimos una refacción el año nuevo o que jugamos tenis unas cuantas veces en el Stanley Park (una de ellas a 2 grados centígrados).  También compartimos una velada clandestina de vino y queso contemplando un hermoso atardecer en English Bay (clandestina considerando que en Canadá está prohibido consumir alcohol en la vía pública, así que bebimos el vino en pocillo). 

Fui su guía para nuestra excursión de caminata en la nieve -pues tenía "mas experiencia"- (había ido una semana antes) y en aquella ocasión hasta les enseñé a deslizarse en la nieve montaña abajo sentados en una bolsa plástica.  Prestando una expresión colombiana, se hicieron muy "queridos".

 Aprendiendo a gozar de la nieve de marzo entre amigos...

Siempre me hicieron sentir como en casa, luego de los partidos de tenis (que siempre ganó Alex) me regadereaba en su casa y me invitaban a almorzar con ellos.  Les hice ver que la invitación era siempre bienvenida pues aparte de lo bueno de la compañía y sobremesa, la alternativa era comida congelada.

Junto a ellos conocí la Isla de Vancouver, hicimos kayaking en Bowen Island y disfrutamos de un picnic en Deep Cove.  Aunque la verdad es que picnics hacíamos en casi todas partes, por economía y por cierta alergia alimenticia.  En son de broma les decía que si alguien me preguntara cuál es la comida tradicional colombiana le respondería "panes con atún" y la réplica era que la comida típica guatemalteca habría de ser entonces sandwich de jamón y queso y papalinas...

En el último par de meses, intensificamos los fines de semana de aventura pues, sabiendo que volvían a su país, querían aprovechar el tiempo.  O como yo les decía, querían comerse Vancouver de un solo bocado.  Y yo encantado, por supuesto.  Fue una oportunidad perfecta para salir de la ciudad -por muy linda que sea Vancouver, siempre he tenido esa necesidad de dejar el concreto atrás- y extender mis pasos hasta Victoria, Seattle, Squamish y Whistler.

El martes compartimos la cena por última vez y aunque era una ocasión triste, quedó la promesa del reencuentro.  Claro que les extrañaré, pues con ellos me sentí de nuevo como con mis hermanos y primos donde salíamos a hacer alguna aventura, o como nos gusta llamarles, algún reto.  El reto era la excusa para reafirmar nuestra pertenencia y a la vez, conocer nuevos lugares, compartir nuevas experiencias y crear nuevos recuerdos.  Mi reto ahora será hacer nuevas amistades y abrirme a otras personas para continuar construyendo mi vida en esta ciudad.

Hoy por fin tuve un fin de semana en casa.  Aparte de que era necesario pues mi apartamento estaba patas arriba -una fuga de agua desencadenó una revolución de tres semanas que incluyó cambio de piso, alfombra y gabinetes- y no me había dado tiempo de reacomodar las cosas y desempolvar.  Y mientras reflexionaba sobre su partida y nuestra amistad en estos días, concreté un plan que hace tiempo venía acariciando.

Como muchas cosas en la vida, el camino se fue abriendo conforme iba dando cada paso.  Las millas que tenía disponibles, el resto en descuento y las fechas autorizadas en la empresa.  Asi es que regreso de visita a Guatemala a finales de octubre! 

El anhelado reencuentro con mis seres queridos. Algo que siempre estuvo presente en mi mente.  Al venir, no tenía la menor idea de cuando volvería.  E irónicamente es lo que más se añora en esa etapa.  
Mi familia, mis amigos, mi casa.

Estaremos juntos de nuevo, tantas ganas de platicar con cada uno, de actualizar lo que ha sido de nuestras vidas últimamente.  Seguro habrá un par de excursiones en la lista (Volcanes de Pacaya y Acatenango, aquí les voy!), igual que los desayunos en Tecpán y Antigua y algún almuerzo en Pana.  Llegaré a tiempo para el fiambre y ya quiero desayunar frijoles y plátanos fritos...   pero ante todo, me sentiré en casa de nuevo.  Hay tanto que quiero hacer y tanto que compartir.

Mientras llega octubre, ya pronto viene otro amigo colombiano, "importado" desde Montreal gracias a la influencia de Patricia.  Como le gusta decir, ella es la embajadora de British Columbia y su fiel promotora.  Así que habrá que darle la bienvenida y servir de guía, con mucho gusto.  Y todavía hay más: otra pareja de amigos, esta vez guatemaltecos, se aprestan a iniciar su propia aventura en septiembre.  Así que ya habrá nuevas oportunidades de ayudar y estrechar lazos.

Me queda la satisfacción que mis amigos aprendieron un poco de lenguaje guatemalteco (ahora saben por ejemplo lo que es un "chucho") y yo aprendí un poco de colombiano.  Y como se que me esperan más aeropuertos (de las pocas certezas para un Pata de Chucho), ahora que siento a Colombia mucho más cerca de mí he incluído a El Dorado, el de Bogotá, entre mis futuros destinos.  Con anfitriones tan queridos no me cabe duda que me gustará mucho.  Así que otra vez muchas gracias por todo, Patricia y Alex.  Y a los amigos por llegar, bienvenidos!

We all end in the ocean
we all start in the streams
We are all carried along
by the river of dreams
in the middle of the night.
River of Dreams, Billy Joel

sábado, 26 de marzo de 2011

Encuentro en París

Filmado en las calles de París en 1976,  alrededor de las 5:30 de la mañana, este video es todo un clásico: una cámara montada en el bumper de un auto circulando a alta velocidad por lugares icónicos de la Ciudad Luz.  Los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo, la Plaza de la Concordia, Pigalle y Montmartre.

Devorando kilómetros, el piloto ignora semáforos en rojo, circula a contravía e incluso se sube en una acera para esquivar un camión de basura mientras peatones y palomas son dejados atrás.  Para la filmación no se utilizaron efectos especiales, lo que le da al cortometraje esa crudeza o autenticidad que no es común hoy en día.

Una historia de amor contada a miles de revoluciones por minuto bajo el arrullo espléndido de un poderoso motor.  ¿Documental? ¿Irresponsabilidad? ¿Arte?  Juzguen ustedes...

Sirva este post para darle la bienvenida a la temporada 2011 de Formula 1.  Comienza el gran circo de la tecnología, manejo, estrategia, glamour y mercadeo.  Magnífico...

¿Me acompañan a recorrer las calles de París?


sábado, 26 de febrero de 2011

Entre karaoke y budismo

Si algo se agradece en esta ciudad es la diversidad cultural que existe.  Hace tres semanas me tocó vivir una de las experiencias "obligadas" en Vancouver: el Karaoke en casa de unos amigos filipinos.  Es un estereotipo el que a los filipinos les encanta el asunto y ese viernes pude comprobarlo.

El grupo de amigos del trabajo -los que entramos juntos a la empresa en noviembre- fuimos invitados por Romeo a su casa.  Era su fiesta de despedida, pues consiguió un buen empleo en Calgary, en la provincia de Alberta.

Es en Alberta donde se encuentran las arenas bituminosas, un enorme yacimiento de petróleo en Canadá cuya extracción es criticada por ser altamente intensiva en el uso de recursos naturales (tala de árboles, uso del agua, etc), pues es necesario separar la arena del petróleo inyectando agua hirviendo.  Dicha industria ha llevado una bonanza económica desde hace varias décadas a la provincia que fue durante los últimos años el área de mayor crecimiento económico en Canadá. 

Romeo se cambió a un empleo bastante especializado en tecnología -almacenamiento de datos-, que era justamente su profesión en Filipinas y luego en Singapur, por lo que logró asegurarse un salario más alto al que actualmente nos pagan en la empresa -lo digo en plural porque todos entramos con el mismo sueldo-.  No tardaron en correr los rumores durante el almuerzo de que se fue ganando el doble de salario, después resultó que era el triple, y exageraciones así.  Fascinante la universalidad con la que funciona el chismorreo "de corredor": nuestra naturaleza humana.

Pues decía que nos reunimos en su apartamento, bastante bien equipado, en una zona no muy lejana de mi casa a dos estaciones de tren.  Felizmente había un buffet de comida filipina, por lo que me dí gusto probando platillos cuyos nombres no recuerdo que incluían una especie de taquitos, carne adobada y otras delicias.  Aunque yo llevé una botella de vino, lo que abundó fue la cerveza así que con eso me conformé, aunque en consecuencia solo pude servirme dos rondas de comida.

La plática en la reunión giró, naturalmente, en torno al tema del trabajo, las experiencias y anécdotas de cada uno, las quejas y sugerencias, en fin.  Ya luego de la cena, después de un tiempo de cháchara y varias fotos, noté cuando el cuñado de Romeo sacaba un micrófono alámbrico para conectarlo en la tele.  Ah, ni color...

Así que luego de preparar el equipo, con el nerviosismo e indecisión que caracteriza estas sesiones de karaoke, cada uno fuimos escogiendo canciones en el infaltable librito y animándonos a cantarlas lo mejor que nos fuera posible.  Lo bueno es que como al final la mayoría canta, no hay que preocuparse tanto del momento colorado.  A todos nos toca sufrir al estar bajo el "reflector".

Era casi mi turno y yo nerviosamente seguía dándole vueltas y vueltas a las páginas sin saber exactamente qué canción escoger.  ¿Será que me sé la letra de ésta? No, mejor esta otra.  Mmm...  Está muy fresa...  Como en otras situaciones, lo mejor fue tirarse al agua sin pensarlo mucho.  Uptown Girl de Billy Joel.  Recuerdo haber visto el video de la canción por primera vez a mis nueve años, cuando estaba en tercero de primaria.  Y que alguna vez la pusimos a sonar en la clase, en una vieja grabadora de cassette que saber quien llevaba al colegio.  Así que como ha sido una vieja compañera de viaje, fue mi primera opción.

Sentado angustiosamente en el sillón, mi vano esfuerzo por conseguir una entonación decente me hizo recordar que hay cosas que simplemente es mejor no intentar.  Qué penoso caso..!  Luego de terminar la que al final me pareció una canción eterna y sentir cómo me bajaba el color -menos mal la sala estaba a media luz-, el turno le correspondió a los demás valientes.

Un par de cervezas después, ya talvez un poco más relajada la vergüenza, A Hard Day's Night de los Beatles me ayudó a hacer que los otros cantaran conmigo.  No era para menos, la escogí justamente por aquello de "...and I've been working like a dog".  Y es que vaya si no ha sido estresante y duro nuestro trabajo!  Así que quienes se identificaron con la canción me acompañaron en un coro de voces multinacionales.

No pude evitar recordar a Bill Murray y Scarlett Johansson (baby...) en su karaoke particular en Tokio, en aquella escena de Lost in Translation.  Buena película.

Casi terminando la velada y con mayor confianza -producto evidente de la desinhibición por los tragos y el ambiente- ya de pié y con autoridad dirigí al grupo mientras cantamos La Bamba.  Mucho más fácil para mí y conocida -o por lo menos tarareada- por los demás.  Qué risa.

Un poco antes de medianoche, cuando ya la mayoría se había ido y algunos de los presentes estaban un poco más que alegres entre el vino y la cerveza, decidí que era el momento de volver a casa.  Dos cuadras al tren, dos paradas y cuatro cuadras de la estación a casa.  Como siempre, sin novedad.

Al día siguiente me reuniría con mis amigos, la pareja de colombianos, quienes me han abierto sin condiciones las puertas de su casa. Hemos jugado tenis con Alex en las canchas a la entrada de Stanley Park (a veces a 3 grados centígrados), compartido el almuerzo que prepara Patricia, su esposa y colega mía de trabajo.  Un agradecido cambio a la comida congelada de todos los días.  Y hemos disfrutado de una plática bastante interesante de temas diversos.

Tan diversos, como ese sábado cuando noté una manta con ciertos símbolos orientales colgando detrás de la puerta de entrada a su apartamento.  Imaginé que era algún souvenir chino -hay una fuerte influencia en esta ciudad- pero resultó que eran budistas tibetanos.  Tanto los símbolos como mis amigos.

Así que de forma inesperada, pasamos la tarde discutiendo temas como el ejercicio de la meditación -cosa que intenté en alguna ocasión pero que no encontré la disciplina para continuarla-, del proceso de iluminación que llevó a Siddharta a convertirse en un Buda y de nuestra desconfianza por la mayoría de religiones y profetas.

Me fueron útiles entonces los pocos meses en que me acerqué al budismo en aquel templo de Ciudad Vieja, allá en la zona 10.  De esos días recuerdo muy bien conceptos que he tratado de aplicar en mi vida, como el evitar el sufrimiento producido por el deseo o anhelo.  O la búsqueda de una vida en la que se pueda disfrutar de lo "suficiente", sin excesos.  O algo que me quedó grabado: El principio de la compasión, el entendimiento del prójimo y el compromiso y acción para que otros (así como uno mismo) obtengan la felicidad.  El mismo concepto del "ama a tu prójimo como a tí mismo" del cristianismo.

En fin, fue una tarde provechosa que me llenó de tranquilidad.  Caminando de vuelta, reflexioné en mi forma de vivir y recordé las razones por las que intento llevar mi vida de esta manera.  El pensamiento me ayudó a reafirmarme.  Llegué a mi casa agradecido por un fin de semana de experiencias distintas, entre culturas y nacionalidades diversas.  Un fin de semana entre karaoke y budismo.

"Vos que vas lastimando, a quien se ve distinto
imponiendo posturas siempre con mano dura..."
- Mal bicho, Los Fabulosos Cadillacs

sábado, 15 de enero de 2011

De película

Soy suscriptor de la revista Wired.  Lo digo con orgullo, como si fuera miembro de alguna logia, élite o algo así.  Desde que felizmente me la encontré en una de esas librerías de aeropuerto haciendo escala en Miami, pocas veces me la perdí.

La revista se enfoca en temas de vanguardia, en cómo la tecnología influye en la cultura, la economía y la política.  Esto hace que sea una selección ecléctica de un mundo en movimiento: Conceptos como el outsourcing, la cultura wikipedia, las redes sociales, o cambios de paradigma como el surgimiento del modelo "Long tail" -estrategia comercial "de nicho" en donde se venden gran cantidad de artículos únicos en cantidades relativamente pequeñas- en contraposición al modelo tradicional del "big-hit" -vender pocos artículos populares, en venta masiva-.

Gracias a Wired conocí al Prius, el auto híbrido de Toyota, mucho antes de tener la oportunidad de manejarlo hace un año -evidentemente entusiasmado- en un vecindario suburbano de Nueva Jersey.  Otros temas: la influencia del fusil AK-47 en el mundo, la vida de los habitantes de un abandonado pueblo minero de Oklahoma, la búsqueda de la vacuna anti-stress, de cómo funciona Pixar o de la evolución de las bombas talibanes en Afganistán.  También conocí de la penetración de la cultura del Manga japonés, mientras era testigo de primera mano a través de la experiencia de mi hermano menor, ahora Otaku y Cosplayer.

Hay también temas francamente pintorescos, como el de "La Burbuja Zombie": de cómo las películas de zombies reflejan el consumismo sin sentido -mindless- y por tanto, la teórica interrelación entre ellas y los tiempos de bonanza económica -lo cual, mediante la medición del índice Dow Jones y las películas y series de zombies de 1968 al 2010, comprueba ser falso-.  O una página con las últimas pistolas de agua en el mercado.

Y qué decir de la ficticia "Universidad Wired" con la siguiente nota para el "curso" de Diplomacia Post-Estado: "¿Quiere saber quién determina su libertad de expresión, comercio, asociación y privacidad? No busque en la Constitución.  En su lugar, busque en Apple, Facebook, Google, Verizon, y otras compañías que son quienes ahora establecen los límites que definen la vida civil"...

En fin, una fuente inagotable de referencias y de novedad.  Herramientas para entender el mundo en que vivimos y también hacia el que vamos.  Y es ahí a donde quiero llegar.  Durante muchas lecturas, no podía evitar esa sensación de ser simplemente un espectador, pues pocas veces podía experimentar o ser protagonista de lo que ahí se publicaba.  Hace una semana, finalmente, llegué al futuro.  Y el futuro no tiene fricción, es etéreo.

Me explico:  Durante los días anteriores a la Navidad pasada, anduve en búsqueda de un Blu-ray player.  Considerando la pobre oferta de películas del cable básico y mi gusto por el cine -favoreciendo generalmente las buenas historias sobre las películas de soso entretenimiento, no digamos la mayoría de comedias gringas-; me quería regalar ese pequeño lujo de disfrutarlas en televisión, en lugar de la pequeña pantalla de mi laptop.

Los precios de los artículos electrónicos son obviamente más favorables aquí y llegué a encontrar una oferta de un Blu-ray por $90.00.  Un precio tan bueno que el día que llegué ilusionado al almacén ya no había existencias y no volvieron a tenerlas.  Así que un tanto frustrado volví a casa con las manos vacías.

Recordé sin embargo haber leído en una Wired de hace unos cuantos meses -y en los periódicos recientes- de Netflix.  Esta es una companía que comenzó en 1999 ofreciendo suscripciones a un servicio que por una cuota mensual fija, se puede alquilar una cantidad ilimitada de películas por DVD que son enviadas por el correo "hasta la puerta de su casa".  Qué conveniencia...  ya se ve porqué Blockbuster languidece y se extingue progresivamente.  ¿Qué sentido tiene salir de casa cuando se pueden recibir las películas por el correo?

La cosa se pone aún mejor pues hace ya algún tiempo, Netflix comenzó a prestar el servicio de "streaming": por medio del internet, las películas se reproducen directa e inmediatamente en un reproductor compatible, no hay necesidad de esperar a que bajen.  Igual que con un DVD o Blu-ray player se pueden pausar, retroceder o adelantar.  Incluso se puede pausar la película que se está viendo en la computadora y terminar de verla después en la tele, por ejemplo.  Qué maravilla!

Una vez el dispositivo -computadora, TV, Blu-ray player, Xbox, Wii o PS3- sea compatible con Netflix, se puede ver la película, documental o serie sin problemas.  Hablando de conveniencia...  La suscripción cuesta $8.00 mensuales y el único límite es el catálogo que tienen.  Considerando que la conexión de internet en mi casa a seis megabits es bastante rápida -fue algo de lo cual el dueño se jactó cuando me mostró la suite en mayo- y que el primer mes de prueba es gratis, fue una oferta que no pude rechazar.

La primera película que vi la escogí con cuidado, emocionado con el ritual de atravesar una nueva frontera; y no me defraudó: "Reservoir Dogs".  ¡Qué manera de contar una historia!  Violenta y cruda, personajes con nombres como "Mr. Pink" y "Mr. White", el diálogo sobre dar propinas o la escena de la oreja, una joya en la que ya se intuyen Pulp Fiction y Kill Bill, que vendrían después.  Recomendada para quienes gustan del trabajo de Tarantino.

Después durante la semana vería en cuatro capítulos, una documental de viaje por el Sahara -que no se todavía cómo, pero quiero que sea mi próxima aventura, después de la visita "obligada" a Guatemala, claro-.  Y por último, Brother's Keeper, documental del juicio a Delbert Ward, un granjero anciano y semianalfabeta de sesenta y tantos años que vivía junto a sus tres hermanos, también mayores, aislado de la sociedad.  Esto hasta la muerte de uno de ellos, William, de la que es acusado.

Ha sido una excelente oportunidad de conocer nuevas historias y de emocionarme con nuevos proyectos de viaje.  Y principalmente, una manera de experimentar de primera mano estos cambios de paradigmas de los que hablaba al principio.  Aún cuando en Guatemala ver películas es tan barato como pagar Q5.00 ($0.63) por una copia pirata, durante los últimos años me resistí a acumular discos en casa.  Sabía que ya no tenía sentido hacerlo, pues el esquema cambiaría pronto: ver la película que quiera en el momento que quiera.  La eterna promesa de libertad.  Como mosca a la miel, no pueden prometerme nada mejor.

A propósito, recuerdo otro artículo que mencionaba ese cambio de la cultura de "ser dueño" a la de "alquilar".  El ejemplo estaba relacionado con el ser propietario de una casa.  A diferencia de ser dueño de una casa, al alquilar se tiene una mayor libertad de movimiento y se evitan los gastos de mantenimiento o renovación.  Y considerando que según las noticias locales, el precio promedio de una casa en Vancouver es de C$ 1 millón, la cuestión tiende a aliviarme.

Lo mismo pasa con otras propiedades, como los autos:  aquí están los Zip-car, el concepto de pagar una membresía y poder utilizar una flotilla de autos localizados en lugares cercanos a estaciones del metro por un tiempo definido.  Y comienzan a surgir websites especializados en contactar dueños de cosas (podadoras, aspiradoras, herramientas) con personas que las necesitan utilizar.  La idea es dejar de acumular cosas y en cambio pagar por utilizarlas.

Así que la suscripción a Netflix ha sido para mí una manera de sentirme dentro de ese mundo que sólo leía en una revista.  En cierta forma estoy alcanzando el futuro, que incluye un cambio de paradigmas.  O quizás al contrario, el cambio de paradigmas me acerca un poco más al futuro.  Quién sabe.