domingo, 26 de septiembre de 2010

Caminando hacia el río

En medio de la noche, sueño que voy caminando.  Descendiendo desde las montañas de la fe hasta llegar al profundo río.  Debo estar buscando algo, es algo sagrado que perdí.  Pero el río es tan ancho y difícil de atravesar...

Y aunque se que el río es ancho, yo camino cada noche y me detengo a sus orillas; intentando llegar al otro lado para así encontrar lo que he estado buscando.

En medio de la noche, voy caminando dormido a través del valle del miedo hacia el río más profundo.
He estado buscando algo que me fue quitado del alma.  Algo que yo jamás perdería, algo que alguien me robó.

Y no se por qué camino siempre de noche, pero ahora estoy cansado y no quiero caminar mas.  Sólo espero que no me tome el resto de mi vida el encontrar lo que he estado buscando.

En medio de la noche voy caminando dormido, a través de la jungla de la duda hacia el río tan profundo.  Se que estoy buscando algo, algo tan indefinido; que solo puede ser visto por los ojos de los ciegos, en medio de la noche...

No se si habrá una vida después de esta, Dios sabe que nunca he sido un hombre espiritual; bautizado por el fuego, me meto en el río que corre hacia la tierra prometida.

En medio de la noche sueño que voy caminando a través del desierto de la verdad hasta llegar al profundo río.  Todos terminamos en el mar, y todos comenzamos en los arroyos; todos somos llevados por el río de los sueños, en medio de la noche...

Traducción libre de esta excelente canción de Billy Joel a la que sólo agregaría: Y cada paso que doy, me acerca más a mi destino...  C'est la vie.

I must be looking for something, something so undefined,
that it can only be seen by the eyes of the blind
in the middle of the night.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Energía química

Hoy por la mañana asistí a la reunión introductoria para un programa de búsqueda de empleo.  Con el tiempo va uno conociendo cómo se maneja la cosa aquí; y creo que ya comenté que es bastante metódica (se contacta a la institución que da el programa, se asiste a la sesión introductoria, se aplica, hay que esperar un tiempo y luego -finalmente- se comienza).  A veces puede resultar un tanto desgastante pero ni modo, hay que acoplarse.

Había ido por mi cuenta el lunes para recopilar mas información pues estaba evaluando un programa similar con otra institución.  Las diferencias, en mi opinión, son que uno está más orientado a nuevos imigrantes y con metodología más abierta -nueve talleres programados cada dos o tres días por la mañana y/o tarde- mientras que el otro se enfoca en trabajadores profesionales o del área tecnológica y la programación es dos semanas de asistencia de 9 a 12.

Después de cavilar un poco más de lo necesario me decidí por éste último; entiendo que es muy importante el hacer los contactos -networking- para conseguir un trabajo en el área de interés: de acuerdo con estadísticas menos del 10% de los empleos se consiguen online.  O sea, hay que salir de la famosa zona cómoda y tirarse al agua empleando otras técnicas (llamadas, socialización, etc.).

Pero decía que ya conocía el lugar, ubicado en New Westminster (una de las ciudades que integra el "Metro Vancouver").  No se exactamente que habrá sido pero el lunes, al salir del mall donde están sus oficinas y ver alrededor sentí una atmósfera diferente que se me hizo agradable.  Me dió una gran sensación de bienestar.  Un flashback a la única tarde que estuve y caminé por las calles de Lugano en Suiza durante aquel tour europeo.  A lo mejor fue el clima un tanto frío, o la mezcla entre edificios, residencias, naturaleza y la cercanía del río Fraser o talvez los colores y atmósfera iniciales del otoño. 

En fin, me sentí bien ahí y decidí que hoy valdría la pena dar una vuelta por los alrededores.  Ultimamente he perdido el espíritu de novedad y turismo, así que no era mala la idea para reconectarme con ese sentir.  Caminé por toda la 6a calle hacia el sur por aproximadamente diez cuadras hasta llegar a la orilla del río.  Entré a un pequeño museo y -entre otras cosas- me enteré de un muchacho que en dos ocasiones en 1995 y 2000 nadó durante casi un mes por el Fraser para concientizar acerca de su protección.  El cuate se llama Fin Donnelly.  No pude dejar de notar lo apropiado de su nombre para la hazaña, considerando que fin significa "aleta".

Al salir me tomé un café y un cubilete en un kioskito, entretenido viendo cómo se me aproximaban casi dos docenas de pájaros -entre palomas y otras avecillas- esperando que les compartiera algunas migas.  Y lo hacían de forma tan descarada que una de ellas llegó a pararse en el extremo contrario de mi mesa, muy cerca.  Con razón algunas de ellas rozaban ya la obesidad.  Después se peleaban por los restos de cubilete en el papel que puse en el suelo para ver su reacción.  Caminé por la orilla del muelle -el lugar estaba vacío así que se prestaba para la reflexión- y luego de un tiempo de ver pasar los remolcadores por el río decidí volver a casa.  Al llegar a la estación del tren y ver hacia arriba, recordé lo que leí hace unos años.

New Westminster es una zona que me llamó la atención desde el primer sábado que pasé por ahí, en camino al downtown.  Cerca de la estación del Skytrain hay dos o tres torres de apartamentos -Plaza 88- de unos 35 pisos quizás, que a mí me parecieron como inmensos panales de abeja; y desde que los vi los asocié con las secuencia de las torres de humanos anestesiados, conectados todos y generando energía para alimentar al sistema que se ven en The Matrix.  Y pienso que la analogía no es nada lejana.  ¿Qué es, en fin, una torre de apartamentos sino un conjunto de pequeños receptáculos donde se almacena energía?

Si, esa energía que irradiamos cada día, indispensable para nuestro trabajo.  Somos básicamente máquinas transformando nuestra materia prima -la comida- en calor, en fuerza física, en capacidad intelectual.  Y pienso en esto mientras voy sentado en el tren, el medio para transportar esa energía a nuestros respectivos cubículos, escritorios o puestos de trabajo donde nuestra función será generar plusvalía.  Generar servicios, bienes y productos que luego nos tocará consumir para eternizar el ciclo.  ¿Qué somos, sino pequeñas unidades calóricas hábilmente insertadas en un sistema para mantenerlo funcionando?

Ahí es donde la cosa se pone tenebrosa.  ¿Somos conscientes de ello?  ¿Hasta qué extremo somos empujados a mantener esa carrera sin fin, como en la ruedita del hamster, que no nos llevará a ningún lado?  ¿Hasta qué punto nuestra vida se basa en aspiraciones que ni siquiera son nuestras? Aspiraciones y deseos que nos han sido implantados; sueños inventados, ajenos.

Y mientras el tren continúa su marcha, y paso ahora por Patterson, donde se ven otros edificios-colmena; sonrío al darme cuenta lo peligrosa que puede ser una mente desocupada.  Y me río de mi propia contradicción pues reflexiono sobre esto mientras, ansioso, aplico para "reconectarme" al mundo laboral, al sistema...  Pero por hoy, no quiero pensar en mis excusas o mis razones.  Solo que ahora entiendo por qué no me gustan los edificios de apartamentos y que -aunque nunca se sabe- espero no me toque vivir en uno.

Llegamos a mi estación y camino bajo un cielo gris pero con la mente un poco mas clara.  Creo que ahora sería el momento de elevar una plegaria, tomar un Prozac, salir a correr o terminarme el Napolitano que me aguarda en el freezer.   O de escribir este post: la magia de la creación como escape a la rutina gris y la sensación de impotencia.  Adormecer otra vez las neuronas con un torrente de endorfinas.  Aaaah...  las delicias de la química.

viernes, 3 de septiembre de 2010

El Rey del Mambo

Hace ya algunos días visité (con mucho gusto, por cierto) la Librería "Cervantes", el anuncio que encontré online: "PRIMERA LIBRERIA HISPANA DE VANCOUVER/Celebracion de Reapertura" era demasiado bueno para dejar pasar la oportunidad.  Al fin encontré una opción para husmear títulos en mi lengua materna.

Durante mi visita conversé con don Enrique, el amable dueño del negocio.  Don Enrique es originario de El Salvador y tiene estudios en filosofía, da clases en la iglesia Anglicana y por lo visto, le tiene amor a los libros.  Aunque con alguna inquietud le oí decir que ampliaría el área de libros en inglés, debo reconocer que él mismo es una especie de Quijote, montado en la aventura de vender libros en Español.  Espero que le vaya muy bien. 

Le compré dos libros, El Señor Presidente (que nunca leí durante la secundaria, el peso de la obligación le quitaba el gusto) y una novela que se llama "La Pasión Turca", que me llamó la atención desde la portada con la media luna y la estrella, que me recordó mi visita a Estambul. 

Al salir de la librería camino a mi casa encontré un parquecito (Glen Park) con varios árboles que me invitaron a sentarme bajo su sombra, sacar la novela de la mochila y comenzar la lectura.  Instantáneamente el nombre "Yamam" me transportó a mi experiencia en Turquía.  Con una gran sonrisa...

Era la tarde del segundo viernes que pasaba en la ciudad y con mi anfitriona K. nos habíamos reunido con dos o tres de sus amigos, -ninguno de los cuales hablaba inglés- en Taksim, distrito turístico y de ocio famoso por sus tiendas, restaurantes y bares y considerado el corazón de la moderna Estambul.

Debido a que no tenía mucho de qué hablar, pues no entendía nada de turco; me pasé el tiempo aprendiendo a agarrarle el gusto al Rakı (se pronuncia "Raku"), bebida nacional con un característico sabor a anís que se diluye en agua y se toma en shots, acompañados de melón y queso blanco, alternativamente.  Yo diría que fue con el Rakı que entendí claramente la expresión "gusto adquirido".  Já! Pues la verdad es que hay que irse acostumbrando a su extraño sabor poco a poco...

Ahora que recuerdo, en el vuelo de vuelta en Turkish Airlines compré una botella de Rakı y al poco tiempo de regresar nos juntamos con los cuates de la U.  Compramos el melón, el queso e intenté que disfrutaran del licor.  Mala idea.  Creo que esa botella todavía ha de andar por ahí, entre la "herencia" que le dejé a mi prima.

Pues mientras bebíamos el Rakı (de marca Yeni Rakı, "Nuevo Rakı") comimos otras boquitas locales de las cuales a estas alturas ya no me acuerdo en detalle.  Permanecimos ahí por varias horas, hasta que nos movimos a una disco.  Yo la verdad ya estaba "algo mareadito" -no había tenido otra cosa que hacer- y no sabía qué esperar del tipo de música en una disco de Estambul, así que me sentía un poco nervioso. 

La disco era un local mediano, con mesas redondas y sillas tipo bar, de esas altas.  Al fondo estaba la pista de baile.  Estaban tocando música en inglés y mientras nos acomodábamos en la mesa, pedimos cerveza.  Al poco tiempo, el amigo de K. se despidió, dejándome solo con ella y su amiga F. (Oh oh...). 

Después de darle unos sorbos a mi botella, pusieron "La isla bonita".  K. comenzó a bambolearse en su silla, sonriendo mientras yo adivinaba sus intenciones así que cuando me dí cuenta, ya me había jalado a bailar entre las mesas.  Debe haber sido un poco el efecto del Rakı y otro poco el orgullo, pero no iba a dejar mal parado el "sabor" latino; así que con alguna soltura nos movíamos juntos, le tomaba las manos para hacerla girar, la mecía entre mis brazos, todo al cadencioso ritmo de Madonna.

Sentía la mirada de la gente de otras mesas pero la verdad me importó poco, qué efecto tan liberador ese de no conocer a nadie.  Al terminar la canción, K. me agradeció dándome un beso en la mejilla mientras sonreía.  Yo ya me sentía mas suelto y al poco tiempo comenzaron a poner mas canciones para bailar.  Quienes me han visto hacerlo saben que no tengo casi nada de entendimiento de la "técnica" del asunto; de vez en cuando pierdo el paso y solo me se como 4 movimientos distintos...  pero a cambio de eso, dejo el alma en la pista.

Así que saqué a bailar a F. (con la que de verdad maniobrábamos mejor por el asunto de la estatura) y a las dos o tres canciones éramos los dueños de la disco.  Y cuando sonó "Ya tu sabes" con El General y C&C Music Factory, pues -ya tú sabes-, yo ya tenía todas las luces prendidas.  Ibamos y veníamos, nos juntábamos y separábamos, F. giraba, luego yo y recuerdo que en algún momento la gente fue haciendo un círculo a nuestro alrededor. 

Era lo máximo, esa noche a mí ni John Travolta me ganaba...  Me veía como el protagonista de una menos que probable historia para mí, algo que ni siquiera había pasado alguna vez por mi mente.  Siendo realistas, definitivamente jugó en mi favor lo mucho más "tiesos" que son los ciudadanos de esas latitudes.  Pero igual, esa noche todo fue maravilloso, magnífico:  por esa noche, en la milenaria ciudad de Constantinopla, a miles de kilómetros de mi tierra, me tocó ser a mí, contra todo pronóstico: "El Rey del Mambo"...

Volvimos ya tarde al departamento de K. y al otro día ella se iba a visitar a su familia a Malatya, su tierra natal.  Esto porque corría la festividad del Bayram, la fiesta que se celebra  al finalizar el Ramadan, mes de ayuno musulmán.  Así que cuando amanecí, con mi primera -y única- medio goma de Rakı y todavía un poco mareado; el apartamento estaba vacío. 

Reí al recordar la noche anterior y con un poco de aprensión comencé a prepararme para mi siguiente aventura cultural: un baño con esponja que recibiría de un tal Haziz en un Hamam...   pero eso es materia para otro post.

Esta foto no es mía, 
sólo es para fines ilustrativos...