jueves, 26 de agosto de 2010

El cachorro asesinado

Hace un mes encontré en la biblioteca un libro que no se si se podrá encontrar en Guatemala.  Lo leí interesado en conocer mejor las interioridades de la aventura de este personaje en otra parte del mundo y su determinación por cambiar su realidad.

Pero también lo hice recordando a la mujer más fuerte que he conocido en mi vida.  Alguien en cuya estatura, como escribí alguna vez, no cabrían dos vuelos de colibrí.  Pero alguien con una fortaleza sin límites que le permitió criar siete buenos hijos.  Pero eso será material para otro post.  O talvez no.

El caso es que a mi mamá le encantan las lecturas del tiempo de la guerrilla.  En cada Feria del Libro, siempre andábamos pendientes de encontrarle algo de "El Gallo Giro", Yon Sosa, el Comandante Cero, Los Compañeros; todos forman parte de su imaginario personal y su transcurrir por este mundo.  Medio en serio medio en broma, alguna vez comentamos que hubiese sido feliz viendo a alguno de nosotros -o quizás ella misma- "agarrar pa'l monte" a luchar por nuestros ideales. Nostalgias de tiempos distintos, donde había otras formas de ver el mundo, otras posibilidades.  Un tiempo donde los ideales no tenían precio, ni apestaban a ONG, corruptela o tráfico de influencias.

Aquí comparto entonces, de forma literal, un capítulo que me pareció pinta de manera muy humana -con todas nuestras contradicciones-, al personaje en cuestión y las circunstancias de la guerra en la montaña.

"Camilo había salido apresuradamente con unos doce hombres, parte de su vanguardia, y ese escaso número debía repartirse en tres lugares diferentes para detener una columna de ciento y pico de soldados.  La  misión mía era caer por las espaldas de Sánchez Mosquera y cercarlo.  Nuestro afán fundamental era el cerco, por eso seguíamos con mucha paciencia y distancia las tribulaciones de los bohíos que ardían entre las llamas de la retaguardia enemiga; estábamos lejos, pero se oían los gritos de los guardias.  No sabíamos cuántos de ellos habría en total.  Nuestra columna iba caminando dificultuosamente por las laderas, mientras en lo hondo del estrecho valle avanzaba el enemigo.

Todo hubiera estado perfecto si no hubiera sido por la nueva mascota: era un pequeño perrito de caza, de pocas semanas de nacido.  A pesar de las reiteradas veces en que Félix lo conminó a volver a nuestro centro de operaciones -una casa donde quedaban los cocineros-, el cachorro siguió detrás de la columna.  En esa zona de la Sierra Maestra, cruzar por las laderas resulta sumamente dificultuoso por la falta de senderos.  Pasamos una difícil "pelúa", un lugar donde los viejos árboles de la "tumba" -árboles muertos- estaban tapados por la nueva vegetación que había crecido y el paso se hacía sumamente trabajoso; saltábamos entre troncos y matorrales tratando de no perder el contacto con nuestros huéspedes.

La pequeña columna marchaba con el silencio de estos casos, sin que apenas una rama rota quebrara el murmullo habitual del monte; éste se turbó de pronto por los ladridos desconsolados y nerviosos del perrito.  Se había quedado atrás y ladraba desesperadamente llamando a sus amos para que lo ayudaran en el difícil trance.  Alguien pasó al animalito y otra vez seguimos; pero cuando estábamos descansando en lo hondo de un arroyo con un vigía atisbando los movimientos de la hueste enemiga, volvió el perro a lanzar sus histéricos aullidos; ya no se conformaba con llamar, tenía miedo de que lo dejaran y ladraba desesperadamente.

Recuerdo mi orden tajante: "Félix, ese perro no da un aullido más, tú te encargarás de hacerlo.  Ahórcalo.  No puede volver a ladrar."  Félix me miró con unos ojos que no decían nada.  Entre toda la tropa extenuada, como haciendo el centro del círculo, estaban él y el perrito.  Con toda lentitud sacó una soga, la ciñó al cuello del animalito y empezó a apretarlo. 

Los cariñosos movimientos de su cola se volvieron convulsos de pronto, para ir poco a poco extinguiéndose al compás de un quejido muy fijo que podía burlar el círculo atenazante de la garganta.  No sé cuánto tiempo fue, pero a todos nos pareció muy largo el lapso pasado hasta el fin.  El cachorro, tras un último movimiento nervioso, dejó de debatirse.  Quedó allí, esmirriado, doblada su cabecita sobre las ramas del monte.

Seguimos la marcha sin comentar siquiera el incidente.  La tropa de Sánchez Mosquera nos había tomado alguna delantera y poco después se oían unos tiros; rápidamente bajamos la ladera, buscando entre las dificultades del terreno el mejor camino para llegar a la retaguardia; sabíamos que Camilo había actuado.

(...)

Había habido lucha y una muerte.  El muerto era de ellos, pero no sabíamos nada más.

Volvimos desalentados, lentamente.  Dos exploraciones mostraban un gran rastro de pasos, para ambos lados del firme de la Maestra, pero nada más.  Se hizo lento el regreso, ya por el camino del valle.

Llegamos por la noche a una casa, también vacía; era el casería de Mar verde, y allí pudimos descansar.  Pronto cocinaron un puerco y algunas yucas y al rato estaba la comida.  Alguien cantaba una tonada con una guitarra, pues las casas campesinas se abandonaban de pronto con todos sus enseres dentro.

No se si sería sentimental la tonada, o si fue la noche, o el cansancio...  Lo cierto es que Félix que comía sentado en el suelo, dejó un hueso.  Un perro de la casa vino mansamente y lo cogió.  Félix le puso la mano en la cabeza, el perro lo miró; Félix lo miró a su vez y nos cruzamos algo así como una mirada culpable.  Quedamos repentinamente en silencio.  Entre nosotros hubo una conmoción imperceptible.  Junto a todos, con su mirada mansa, picaresca con algo de reproche, aunque observándonos a través de otro perro, estaba el cachorro asesinado."

Pasajes de la Guerra Revolucionaria
Ernesto Che Guevara

A saber si sería este.

5 comentarios:

  1. Las casualidades de la vida, recien hace 2 dias vimos la pelicula "Diarios de Motocicleta" con la fabulosa actuacion de Gael García Bernal y Rodrigo de la Cerna, muy recomendable para complementar tu comentario...

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  2. Jajaja! Mira pues Tono... aunque yo creo que no existen las casualidades. Just let life flow...

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  3. No habia tenido tiempo de leerlo por el trabajo pero de verdad que fuerte! mas que en las guerras los soldados o insurgentes mueren y matan y por mucho que se pierdan nuncan dejan de necesitar cariño y compañia.

    Pobre cachorrito.


    se lo voy a leer a mi mamá, creo que no lo ha visto

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  4. Las circunstancias de la guerra Carlita. Y de nuestra humanidad verdad? Si porfa, leeselo y dale un abrazo tambien! :)

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  5. Valla que relato tan triste y profundo a su vez como una vida de un animalito nos da mas sentimiento que la del tipo muerto en batalla...hace un par de dias vi un indigente tirado cubriendose la lluvia y a unos mentros un canelo (chucho de calle) igual q el vagabundo, me llevà a pensar, nos da mas pena la desgraciad de un hermano o de un animal........sin palabras

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