viernes, 18 de junio de 2010

Adeus, Saramago

Te fuiste, amigo.

Desde tus escritos repletos de compasión, de preocupación por las prioridades humanas, de indignación porque cómo podemos vivir todavía en un mundo salvaje donde los niños mueren de enfermedades que ya sabemos curar (entonces, ¿Para qué sirve tanto avance?). Desde ahí forjamos una pequeña amistad.

Ya hace unos diez años leí El Evangelio según Jesucristo, me gustó por la forma irreverente (y humana) de tratar al profeta de los cristianos. Te lo agradezco porque nunca lo he sentido más cerca ni tuve mas simpatía por él, como en ese momento. Me gustó y lo quise mucho más así. Tan humano como cualquiera de nosotros. Como en efecto lo fue, al margen de la maquinaria publicitaria. Y así me confirmaste mi desconfianza por las religiones. Cualquiera de ellas. Burdos inventos del hombre.

Mas recientemente, disfruté tu Ensayo sobre la ceguera, esa ceguera metafórica, ese mar de leche en el que estamos inmersos, de la que muy poco nos damos cuenta. Ciego yo también, caminé de la mano de la esposa del médico, angustiado de percibir la descomposición del mundo. Del retorno a las necesidades básicas. De vuelta a nuestra animalización, pues.

La Caverna no me dijo mucho. O talvez me lo dijo todo. La alegoría de la caverna: La liberación de la esclavitud mental, el autoengaño, el engaño por poderes fácticos (gobierno, sociedad, religión, que cada quien le ponga nombre). Matrix.

Finalmente, me acompañaste hasta aquí. Tus escritos en El cuaderno me hicieron compañía durante los primeros días, esos decisivos en que me sentía un poco a la deriva, como náufrago en un mundo inexplorado e inmenso. Y hasta me sentí (magia del internet) colega tuyo, colega bloggero. Ilusiones.

Me recuerdo caminando hacia el lugar donde almorzaba. El día gris, lloviznando y frío y llevando tu libro bajo el brazo. Una vez mas, tu infinita compasión por la humanidad. Gracias por tu compañía.

Hoy leí la noticia. Debe ser la lejanía del hogar o no se que. Pero por un momento se me nublaron los ojos. Sentí que se fue un amigo. Un ser que me compartió su sabiduría de una manera cálida y familiar. Muchas gracias y hasta siempre, Saramago.

Y aquí no queda mas, para dar o recibir,
Y aquí no queda mas, solo morir...
Planeta Hola, Bohemia Suburbana

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